La mestiza sin cabeza

La mestiza sin cabeza

Isabel era una muy hermosa e inteligente, muchas eran las virtudes que la caracterizaban, cocinaba, planchaba, limpiaba la casa y atendía muy bien a su esposo Manuel, un hombre humilde y muy trabajador. Sus vecinos la consideraban muy trabajadora y buena gente, pues siempre estaba dispuesta a ayudar al prójimo; sin embargo, Isabel escondía un obscuro secreto, era una gran conocedora de las artes mágicas de los huayes y brujos del antiguo y desconocido Mayab.

Los días martes y jueves eran los preferidos por esta mujer para convertirse en algún ser terrorífico antes de salir a las calles de Akil y otras poblaciones de sur del estado a espantar e infundir temor entre los pobladores. Para no ser descubierta por el ingenuo de su marido, la hechicera esperaba hasta que se durmiera para untarle en la nuca una poción mágica que hacía con epazote y otras poderosas hierbas, que ocasionaba que Manuel no despertara sino hasta la mañana siguiente.

La poderosa hechicera poseía el poder de convertirse en cualquier ser maligno como el huay chivo, huay kekén (cerdo), huay mis (gato) y otro tipo de huayes. Sin embargo, la forma que prefería adquirir era la de una mestiza sin cabeza para deambular por las calles obscuras y asustar a las personas, hasta causarles ataques de nervios. No les hacía ningún daño, sólo se divertía asustándolos.

En una ocasión, la bruja fue perseguida por un misterioso hombre al que apodaban ‘Tzon huay’ que significa ‘cazador de brujos’ y quien le venía siguiendo el rastro dese meses atrás sin dar con su paradero. Entonces, sin que la mala mujer se diera cuenta, la vio entrar a la casa que compartía solo con su esposo Manuel, ya que no tenían hijos.

Al día siguiente, Tzon huay esperó que el hombre se dirigiera a su trabajo como cargador de pencas de henequén en la finca de San Anselmo. En ese lugar, el hábil cazador de seres sobrenaturales se acercó a Manuel y le contó lo que su esposa acostumbraba hacer durante las noches de los martes y jueves de cada semana. El trabajador se negó a creer lo que el extraño sujeto le decía, pero Tzon huay le dijo que se lo comprobaría, pero tenía que seguir ciertas indicaciones.

Manuel aceptó debido a que quería comprobar si era verdad, entonces el cazador le dijo que debía bañarse a manera de purificación con agua virgen traída de algún cenote o gruta y debía mezclarla con hojas de yerbabuena, y que cuando llegara la noche debía untarse en la nuca y los ojos una pomada que el mismo Tzon huay le proporcionó para no caer en el hechizo de su mujer.

Manuel siguió las indicaciones al pie de la letra y al llegar la noche de un martes se untó la pomada en la nuca y ojos. La hechicera, desconociendo lo que se tramaba en su contra, siguió con su mal intencionado pasatiempo, asustar gente en los pueblos cercanos. Se acercó a Manuel que se hacía el dormido y le untó la poción de hierbas que había preparado para adormecerlo profundamente. Pero el hombre no cayó esta vez en la brujería, pues ya se había aplicado el antídoto.

El pobre esposo logró ver cómo su mujer salía al patio de la casa a dar brincos eufóricamente, al mismo tiempo pronunciaba palabras extrañas en un antiguo idioma solo conocido por los brujos, pero mezclado con maya, de pronto se detuvo y se tomó por los cabellos, giró en nueve ocasiones su cabeza a la izquierda y después nueve veces a la derecha, para luego quitarse la cabeza fácilmente.

Su cuerpo seguía con vida, pero su huipil se manchaba con sangre fresca que emanaba de forma abundante de su organismo, entonces se disponía a realizar sus fechorías. El pobre hombre estaba a punto de desfallecer, por lo que su mujer hacía durante las noches, pero recobró la valentía y juró vengarse de ella.


A la mañana siguiente se despertó y vio a su mujer durmiendo a su lado tranquilamente como si nada hubiera pasado, pero Manuel ya estaba pensando cómo deshacerse de su compañera. Buscó a Tzon huay para contarle lo sucedido y le habló de su deseo de venganza, entonces, este le dijo que tenía que hacer lo mismo que la ocasión anterior, pero que esta vez esperaría a que el espectro se retirara para untarle sal a la cabeza que dejaba tirada en el suelo.

Así lo hizo Manuel y a su regreso la mestiza se dispuso a ponerse la cabeza, pero sintió un fuerte ardor que empezó a carcomerle las carnes, lo intentó varias veces sin poder lograrlo. No le quedó más remedio que escapar con rumbo desconocido, abandonando su cabeza para siempre.

El esposo, para evitar que el cuerpo errante regresara por la parte faltante, quemó la cabeza y la ceniza la esparció por rumbos apartados. Para evitar sospechas de los vecinos por la desaparición de su mujer, les dijo que lo habían abandonado porque no pudieron tener hijos. Aún se cuenta que en varias poblaciones de Yucatán se aparece la mestiza sin cabeza para provocar temor entre sus pobladores.