El hombre de los montes

Cuentan por los antiguos agricultores trabajadores del monte en la tala de leñas o madera para casas o palapas o chicleros, cazadores que en las milpas y los montes se ha visto una especie de animal gigante se dice vive en las cavernas que existen en todo el territorio peninsular, tal como lo cuenta un antiguo chiclero, que pudo verlo mientras se encontraba en la altura de un árbol de zapote, cuentan los viejos chicleros, que su abuelo contaba esa anécdota.

Que en los montes vírgenes vive un animal extraño pues pudo ver a este gigante.

Una día común y corriente ese chiclero trabajador, como todos los chicleros, en la tarde, subido hasta el último gajo del zapote que había picado en su totalidad desde la mañana. De repente oyó que abajo se movían las hojas. Moría la tarde y entraba la noche, pero aun así pudo distinguir claramente lo que sus ojos mortales le depararían ese imborrable día.

Al principio creyó que se trataba de un animalillo del monte, pero lo que vio casi lo avienta de susto al suelo: se trataba de un hombre con todos los pelos crecidos en espalda, pecho y extremidades, y era más alto que todos los de los hatos chicleros a cien kilómetros a la redonda, buscaba algo y en su trayecto dejaba sus huellas en el lodo que las débiles lluvias del día habían hecho florecer.

El chiclero dejó de respirar, no se movía, sabía que debajo de él caminaba. El encuentro duró apenas un parpadeo, porque el hombre siguió su camino, por maleza del monte, hasta que se perdieron sus extraños pasos al revés…

En los relatos de gente antigua, el Salvaje se le describe con una apariencia que es casi humana. A veces se dice que vive con su pareja y con otros de su especie, también salvaje. No habla como los humanos, sino que gruñe como los animales; se cuenta que es agresivo con los hombres, rapta a las mujeres y come a los niños.

También dicen que roba las piezas de ganado, toma los frutos y otros productos agrícolas en tiempos de cosecha.

El temido Salvaje exhibe una conducta que parece transgredir las normas de convivencia humana lo que genera conflictos con las comunidades cercanas en donde vive. Su área natural de existencia parece ser los confines poco frecuentados por los habitantes de los pueblos.

En las versiones yucatecas se le relaciona muchos con las cuevas. De vez en cuando el Salvaje sale de esos sitios y se aproxima a los pueblos. Cuando los campesinos van a sus milpas, de cacería o a leñar y se acercan a los límites del espacio conocido, entonces ven al mítico personaje en los territorios de cansahcab.

El mito del Hombre Salvaje estaría representado por un personaje llamado Che Uinik, habitantes de los montes y bosques, descrito como un ser de enorme cuerpo, musculoso, pero sin coyunturas y huesos. Por este motivo, este gigante no puede acostarse en el suelo para dormir, ya que le sería muy difícil levantarse.

Duerme de pie o recostado en el tronco de los árboles y sus pies están invertidos, es decir, con los talones por delante y los dedos por detrás. Su voz es como el ruido del trueno. Al caminar, el Che Uinik, se apoya en un bastón hecho con un tronco de un árbol y puede devorar a alguna persona perdida en el monte, que de hecho es su comida favorita.

Otro caso muy inquietante se rumoro en el municipio de Tecoh: un hombre de las cavernas, de dos metros de altura, cabello muy largo y cuerpo muy peludo. Deambula durante las noches por brechas y caminos blancos en los profundos montes altos del Sur del Estado.

También se le ha encontrado en los montes bajos más cercanos a los centros de población. Quienes lo han visto juran y perjuran que es espantoso, que más bien parece un gorila o un oso, pero que camina erguido y conforme avanza deja escuchar un ronco jadeo. Otras personas no lo han visto directamente, pero si han visto sus huellas cuando llegan en las mañanas a las milpas.